Para comenzar, la principal característica observable de esta crisis es que, teniendo un origen común, varias de sus dimensiones convergen en un estado crítico alrededor del mundo.
La primera dimensión (sin implicar un orden de importancia) puede ser la crisis económica. La crisis económica es la más sonada en los medios de comunicación. Esta, proveniente de un sistema financiero que intentó postergar la obvia correlación errónea ocasionada por la sobreproducción, toca hoy día el ámbito del capital real –economía material-, obligándolo a auto-destruirse (ejemplo grandes compañías automotrices) por ser lo que los especialistas llaman “capital redundante”. Así, al golpear la economía material productiva, el impacto es directo sobre la vida económica de las personas, sus salarios, sus ahorros, etc.
Podemos introducir la crisis alimentaria en la segunda dimensión. El absurdo auge que ha tenido en los recientes años la promoción de la utilización de productos agrícolas para fines no alimentarios, como bio-combustibles y materiales de construcción está directamente relacionado con esta dimensión de la crisis. Así mismo, el fin del crecimiento en la producción de cereales (la “Revolución Verde”, que comenzó en los años 50’s) y la especulación económica causada por el monopolio de producción que hoy tienen las gigantescas empresas transnacionales agravan la crisis alimentaria que hoy mata de inanición a millones de personas alrededor del mundo en masivas hambrunas que arrasan regiones enteras.
Especialmente ligada a la anterior, está la dimensión de la crisis que hace referencia a la crisis medioambiental. Imposible negar las repercusiones del insostenible modelo capitalista de producción y consumo sobre nuestro planeta cuando, incluso el Panel Internacional para el Cambio Climático (PICC) de la ONU ha reconocido el cambio climático como un hecho que amenaza la supervivencia de miles de comunidades costeras de diferentes partes del globo terráqueo –más de 600 millones de personas-. El origen del patrón de cambio climático que se acelera más allá de todo pronostico ha sido vinculado directamente a factores causados por la civilización humana (es decir, no hace parte de un supuesto ciclo histórico planetario que no sería consecuencia de las acciones del hombre).
La profunda contaminación del aire, el suelo y el agua potable, la desertificación de extensas zonas antes productivas, la escasez hídrica que afecta grandes regiones y la extinción masiva de especies y fuentes de alimentación son la consecuencia directa de la deforestación desregulada, la producción negligente de estándares como el Tratado de Kioto y la explotación intensiva de los mares, entre otros.
La cuarta dimensión puede hacer alusión a la crisis energética, de nuevo, sin implicar un orden de prioridad. Según informes de la Agencia Internacional de Energía, en los últimos 100 años, la raza humana ha consumido más energía que en toda la historia de la humanidad. Lo anterior constituye un patrón de consumo que es, simplemente, inviable. Esto se materializa en el creciente agotamiento de combustibles no renovables –como el petróleo-, cuyo uso desmedido y exclusivo hoy es el principal responsable del calentamiento global y todas sus consecuencias en el clima del planeta.
La crisis bélica es otra dimensión de la crisis que se expresa en conflictos violentos que suelen afectar territorios estratégicos en cuanto a la posición geográfica o a la posesión de recursos naturales, involucrando a las potencias mundiales de la posguerra fría: la guerra en Afganistán, la ocupación de Irak, el Plan Colombia proyectado hacia el amazonas, el ya largo conflicto árabe – israelí (Palestina…), etc.
Por ultimo, se puede pensar en una dimensión migratoria de la crisis. El destierro, las migraciones masivas (de África hacia Europa, por ejemplo) y el éxodo de pueblos enteros es causado por diferentes factores que están relacionados con todas las otras dimensiones. La erosión que imposibilita la continuación de modelos de producción tradicionales, la violencia, la insostenibilidad económica causada por ajustes estructurales (FMI, BM) y la desintegración de los lazos de solidaridad comunitarios son algunos de los elementos a tener en cuenta.
Así pues, vemos que la crisis, al ser tan multidimensional y profunda, no puede ser arreglada con transferencias monetarias de Estados a grupos económicos o a bancos o viceversa. La crisis es estructural (algunos autores ya hablan de “Crisis Civilizatoria”, haciendo alusión a que está en tela de juicio la totalidad de los elementos que constituyen la civilización occidental: los rasgos intelectuales, económicos, culturales y sociales) y cuestiona la sostenibilidad de la totalidad del modelo capitalista de producción y consumo, y las formaciones culturales y sociales que se generan a partir de él (la sociedad de consumo, etc.)
De continuar marchando, la maquina capitalista (o bien la civilización occidental tradicionalmente entendida) creará unos índices completamente absurdos de insostenibilidad de aquí al año 2050, partiendo de la base de que, hoy por hoy, el hombre explota un 25% más de lo que la naturaleza puede ofrecer, para sostener a aproximadamente la mitad de los seres humanos que el planeta podría alojar bajo un modelo sostenible de desarrollo.