En días pasados las noticias de la invasión israelí a Gaza llenaron las paginas de los periódicos y dieron de que hablar en varios ámbitos sociales. Pero, después de que la guerra ha terminado oficialmente, ¿Qué podemos sacar de este suceso como latinoamericanos o colombianos?
Lo primero que se nos viene a la mente es el fuerte parecido entre dos discursos belicistas: el del Estado israelí contra palestina, y el de la “seguridad Democrática” contra las guerrillas y la oposición.
Ambos discursos están basados en una teoría fascista ideada en los años 30 por Carl Schmitt, un teórico político que analizó y construyó la relación entre la estabilidad de un Estado corporativo, y la existencia necesaria de un enemigo –interno o externo- que justifique el accionar bélico de dicho estado, y alinee la opinión publica hacia una misma opinión de odio a lo diferente.
Para los judíos, éste enemigo es externo, se encuentra al cruzar todas sus fronteras, y se llama pueblo árabe. Los palestinos, los libaneses, los Cisjordanos, entre otros, son el ente maligno que unifica la posición del pueblo judío hacia la justificación de la violencia y la barbarie para combatir un supuesto terrorismo.
En nuestro caso, las guerrillas, las luchas populares, la oposición, y los gobiernos progresistas del continente se conforman como un “eje del mal” que amenaza al país y a todos los ciudadanos con el monstruo del terrorismo.
Es a través de la difusión del miedo y la propaganda nacionalista que imparten cotidianamente los medios masivos de comunicación que gobiernos como el de Ariel Sharon (ex primer ministro de Israel) o Álvaro Uribe (comandante mayor de las AUC/ presidente de Colombia) construyen su legitimidad.
Todo es una ficción, una construcción discursiva que juega con los sentimientos de los ciudadanos. Meter a todos los árabes “en el mismo costal” de las amenazas a Israel es exactamente igual a meter a toda la oposición y la disidencia “en el mismo costal” de la amenaza terrorista que, sin diferencias cualitativas, amenaza la prosperidad de los colombianos.
Pero los intereses de quienes producen estos discursos no se limitan a su perpetración en el poder político: los gobiernos que utilizan esta herramienta maniquea tradicionalmente han estado ligados a los grandes gremios económicos, las empresas multinacionales y la industria de la guerra.
Por ejemplo, Israel estructura sus operaciones militares sobre la base de la colaboración con la industria militar estadounidense y los tratos con las compañías petroleras que, como parásitos succionan el oro negro de Oriente Medio.
En Colombia, el “combate al terrorismo” y la “seguridad democrática” están estructurados para perpetuar una relación económica muy conveniente entre las multinacionales que utilizan nuestra tierra (tierras que quedan abandonadas luego del paso de la “seguridad democrática”), los grandes gremios económicos que estimulan la demanda ante una falsa sensación de jubilo nacional, y los intereses directos del gobierno estadounidense –con Obama o sin Obama-, que no quiere perder uno de sus últimos cuarteles en su patio trasero (de ahí el posible traslado de la Base de Manta a suelo colombiano).
Así pues, mientras los pueblos no despierten y rompan con el falso discurso nacionalista que ha servido de sustento para las atrocidades más grandes de la historia, seguiremos en fiesta nacional, reproduciendo mediáticamente los sueños mojados del presidente, mientras siguen matando, bombardeando, señalando y desapareciendo a todas las personas que, como yo, se atreven a escribir estos parrafos…
Lo primero que se nos viene a la mente es el fuerte parecido entre dos discursos belicistas: el del Estado israelí contra palestina, y el de la “seguridad Democrática” contra las guerrillas y la oposición.
Ambos discursos están basados en una teoría fascista ideada en los años 30 por Carl Schmitt, un teórico político que analizó y construyó la relación entre la estabilidad de un Estado corporativo, y la existencia necesaria de un enemigo –interno o externo- que justifique el accionar bélico de dicho estado, y alinee la opinión publica hacia una misma opinión de odio a lo diferente.
Para los judíos, éste enemigo es externo, se encuentra al cruzar todas sus fronteras, y se llama pueblo árabe. Los palestinos, los libaneses, los Cisjordanos, entre otros, son el ente maligno que unifica la posición del pueblo judío hacia la justificación de la violencia y la barbarie para combatir un supuesto terrorismo.
En nuestro caso, las guerrillas, las luchas populares, la oposición, y los gobiernos progresistas del continente se conforman como un “eje del mal” que amenaza al país y a todos los ciudadanos con el monstruo del terrorismo.
Es a través de la difusión del miedo y la propaganda nacionalista que imparten cotidianamente los medios masivos de comunicación que gobiernos como el de Ariel Sharon (ex primer ministro de Israel) o Álvaro Uribe (comandante mayor de las AUC/ presidente de Colombia) construyen su legitimidad.
Todo es una ficción, una construcción discursiva que juega con los sentimientos de los ciudadanos. Meter a todos los árabes “en el mismo costal” de las amenazas a Israel es exactamente igual a meter a toda la oposición y la disidencia “en el mismo costal” de la amenaza terrorista que, sin diferencias cualitativas, amenaza la prosperidad de los colombianos.
Pero los intereses de quienes producen estos discursos no se limitan a su perpetración en el poder político: los gobiernos que utilizan esta herramienta maniquea tradicionalmente han estado ligados a los grandes gremios económicos, las empresas multinacionales y la industria de la guerra.
Por ejemplo, Israel estructura sus operaciones militares sobre la base de la colaboración con la industria militar estadounidense y los tratos con las compañías petroleras que, como parásitos succionan el oro negro de Oriente Medio.
En Colombia, el “combate al terrorismo” y la “seguridad democrática” están estructurados para perpetuar una relación económica muy conveniente entre las multinacionales que utilizan nuestra tierra (tierras que quedan abandonadas luego del paso de la “seguridad democrática”), los grandes gremios económicos que estimulan la demanda ante una falsa sensación de jubilo nacional, y los intereses directos del gobierno estadounidense –con Obama o sin Obama-, que no quiere perder uno de sus últimos cuarteles en su patio trasero (de ahí el posible traslado de la Base de Manta a suelo colombiano).
Así pues, mientras los pueblos no despierten y rompan con el falso discurso nacionalista que ha servido de sustento para las atrocidades más grandes de la historia, seguiremos en fiesta nacional, reproduciendo mediáticamente los sueños mojados del presidente, mientras siguen matando, bombardeando, señalando y desapareciendo a todas las personas que, como yo, se atreven a escribir estos parrafos…
AMOR A LOS QUE LUCHAN...
Camilo,
Movimiento IRA
Barrios de la otra Bogotá,
11 de febrero de 2009.
Que bien que estén moviendo de nuevo el blog, saludos!
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